Las Muertes Permitidas
Iba en un contingente que lo acompañaba y se quedó sólo. Como en un bosque plagado de insectos y alimañas. Estaba en desacuerdo con el resto a último momento lo abandonaba. Tods decían “vamos por acá, nos conviene”. Y el acompañaba hasta que se cansó de obedecer. No tenía la convicción de hacerlo. Quería estarlo al 100 % pero su naturaleza individualista le impedía seguir los consejos del colectivo que en un principio decidió acompañarlo. Y la inseguridad y el titubeo terminó matando al gato. Como la curiosidad de ver qué se sentía tener el sillón presidencial bajo su traste. El mismo que usó Rivadavia. No hace falta decir a quién me refiero con la metáfora del gato. Los pobres se encargaron de hacerlo. Esa gente que incrementó considerablemente en número. Decirle “gato” a un tipo que los dejó en la más absoluta miseria se traduce como una caricia al lado de la reacción que deberían haber tenido. La represión policial se encargó del resto. Sin embargo, el felino estaba convenc