Las Muertes Permitidas
Iba en un contingente que lo acompañaba y se quedó sólo.
Como en un bosque plagado de insectos y alimañas. Estaba en desacuerdo con el
resto a último momento lo abandonaba. Tods decían “vamos por acá, nos
conviene”. Y el acompañaba hasta que se cansó de obedecer. No tenía la
convicción de hacerlo. Quería estarlo al 100 % pero su naturaleza
individualista le impedía seguir los consejos del colectivo que en un principio
decidió acompañarlo. Y la inseguridad y el titubeo terminó matando al gato.
Como la curiosidad de ver qué se sentía tener el sillón presidencial bajo su
traste. El mismo que usó Rivadavia.
No hace falta decir a quién me refiero con la metáfora del
gato. Los pobres se encargaron de hacerlo. Esa gente que incrementó
considerablemente en número. Decirle “gato” a un tipo que los dejó en la más
absoluta miseria se traduce como una caricia al lado de la reacción que
deberían haber tenido. La represión policial se encargó del resto.
Sin embargo, el felino estaba convencido de agarrar ese
sillón presidencial y saborear el falo presidencial que tanto machirulismo le
generaba. Tenía el falo del poder. El que la tenía más grande. Lo había logrado
de pedo. Pero lo había logrado. Y bailaba como el rey en la colina de Sui
Generis. Desoyendo la “mala onda” que le tiraba quien le advertía que el pueblo
estaba hambriento.
Hasta su padre le había advertido que eso no era para él.
Murió sabiendo que su hijo era un imbécil para ocupar el puesto que ocupaba,
luego de haber tenido la pésima experiencia de haberlo puesto de administrador
de algunas de sus “empresitas”. Pero el niño prodigio de ojos azules se
encaprichó y quiso ir más allá. En un ataque de rebeldía desobedeció. Y fue por
donde quiso. Y salió a liberar al mercado en medio del proteccionismo mundial.
Y al mundo se le hizo agua a la boca de este señor que quiso sacarle las
cadenas al maltratado mercado que estaba furioso por hacer desmanes a la
humanidad que lo había encerrado en una celda, y trataba de contenerlo, como a
un loco asesino. Como quien quiere domesticar a un psicópata que esta haciendo
daño a la humanidad. Lo tenían controlado. Pero los controladores eran acusados
de fascistas, totalitarios, autoritarios y soberbios. Hasta que vino la sonrisa
de este niño caprichoso, acompañado de la “ingenuidad” de otra nena caprichosa
que quiso jugar a ser gobernadora convenciendo desde la mala actuación del
mensaje evangélico del amor. Con el mismo discurso. Y la gente no comía. Y era
reprimida cuando iba a reclamarle algo. O, en el peor de los casos, asesinada
por una policía con rienda suelta, con facilidad en el gatillo, con vía libre
para el delito, encubierta y galardonada con bares de chocolate o chocobares.
Eran el ejemplo. Así tenía que actuar la humanidad ante el delito. Armándose. Y
aniquilando al enemigo. Mientras menos sea el pueblo es más fácil gobernarlos.
Ni nos mosquiemos. Que se eliminen entre pobres. Los pobres de la policía
contra los pobres de la delincuencia. Divide y reinarás. Y se rasgaban las
vestiduras hablando de grietas.
Aunque este mezclando irresponsablemente muchos temas a la
vez, y con nula profundidad, lo cierto es que este niño caprichoso y rebelde
empezó a tirar manotazos de ahogado expulsando al que se le oponía, al fiel
estilo kirchnerista, que era lo primero que criticaba. El autoritarismo de los
Kirchner, los Fernández y la mar en coche.
Una de esas rebeldías había sido la misma que empujó a los
mapuches a reclamar por sus tierras. La misma rebeldía que empujó a la
Gendarmería a disparar y aniquilar a Santiago Maldonado, con el visto bueno de
una mareada ministra que festejaba la hazaña con grandes excesos de copas de
vino, quizás para evadir semejante crimen que tendrá que explicar en la
justicia, cuando se investigue en serio la muerte de un pibe “desaparecido” en
Pu Lof, Resistencia de Cushamen, provincia de Chubut, que reclamaba por las
tierras ancestrales de los Mapuches, un derecho constitucional. Justamente
ayer, la Cámara de Casación Penal ordenó continuar la investigación y rechazó
el pedido de sobreseimiento del único acusado de la desaparición y muerte por
77 días de Maldonado: el gendarme Emannuel Echazú. Se esta buscando la
ampliación de las pruebas.
Nuevos tiempos. Se escuchan vocen diciendo: “volvieron”. Sí.
Pero da la sensación de estar protegidos esta vuelta. Espero no equivocarme. Y
que se haga justicia sobre un caso que tiene en vilo no sólo a la Argentina,
sino a toda la humanidad. Mientras tanto, algunos canales que me da vergüenza
ajena nombrarlos siguen reparando en el gesto de Cristina cuando le da la mano
a Macri, que permitió esta muerte y muchas otras más.
Comentarios