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Mostrando las entradas de diciembre 25, 2011

RUMI CANI (PIEDRA SOY)

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Cacho se enteró que era una piedra. Para sus enemigos, era una piedra. Quien de afuera lo veía y no le importaba su interior se pensaba que era una piedra. A lo mejor lo querían mover y no podían. Porque se movía por motus propio. Como la piedra de Tandil. Movediza cuando ella quiere. O porque era una piedra que formaba parte de una montaña ideológica donde cada vez se sumaban más piedras y la montaña atravesaba toda la cordillera de los andes. Era notorio que cada vez eran más. La cuestión era que cada vez con más frecuencia se querían sacar más de encima esa piedra del zapato. Estos personajes hobbesianos daban de morfar a esta especie de nueva identidad que había descubierto Cacho cual coraza en que se escuda una tortuga. Lenta pero contundente. Ellos lo hicieron de piedra. Alimentaron su propio monstruo haciéndolo cada día más fuerte. Con cada subestimación, con cada insulto por detrás, cada voluntad en su contra, cacho resurgía de sus propias cenizas como ave fénix. Cacho p

Aprender a no repetir

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El flaco vivía en España. Laburaba y mucho. A tontas y a locas, dirían las viejas. Y aprendió. Muchas cosas. Entre esas a escribir, relatar hechos, a que se hablaba sin saber, se escribía mal. Se hablaba mucho. No importaba de qué ni si era empíricamente comprobable. Había que hablar   y decir hasta la estupidez más grande del mundo. Quedar bien a costa de las más míseras miserias. Si había algo miserable era las actitudes que veía en todos y cada uno de la gente que lo rodeaba.   Generalizaba mal, pero con eso se conformaba. Individualizaba el lugar para conformarse. El arte de la vendetta a la orden del día. Mentir para sobrevivir. El dólar celeste se quedaba corto. Quejas sin dolor. Fluorescencias de pelotudez después de hora. Chupamedias por doquier. Esquiroles gallegos. Regocijos de las desgracias ajenas co lágrimas de cocodrilo. La envidia maliciosa de la dicha ajena y la pregunta sobre la propia. Sonrisa cínica ante el sufrimiento ajeno. Sonrisa sin completar, media sonrisa.

CATALINA: UNA REVOLUCIÓN

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Y si. Ya está acá en casa. Tras siglos de espera que fueron nada más que nueve meses eternos. Fue una eternidad hecha embrión para nosotros, cuya ansiedad desembocó en un sinfín de actitudes incomprendidas o no por quienes nos rodeaban. Miedo. Cagazo, del mayúsculo. Te agarra una especie de infinitos signos de preguntas que azotan tu cabeza y tu corazón, cuyo sístole y diástole no da abasto en el momento crucial del encuentro con esa indefensión ante el mundo al que nunca pidió llegar. Y que algún día sé que me recriminará. Y yo, como un infeliz, sin respuestas. Una cosita que tengo atrás en este momento con breves respiraciones que cada tanto te obliga a pararte por más cansado que estés , para ver si sigue su curso. Un serhumanito que contradice toda teoría freudiana acerca de la inexistencia de la felicidad. Son momentos sí, sobre todo cuando estoy con ella. Es el momento en el cual todo te chupa un huevo. Y de verdad. Que odiás a todos menos a tu hijo, siguiendo los preceptos