El Alquimista



Ayer estuve ahí. Vi la plaza colmada de gente esperanzada. Al menos para lo que es esta ciudad, entre gorila y con ánimo de progresar, también. O al menos cansada de las anomalías de un gobierno anterior que castigó en forma agresiva al trabajador. Ellos no lo llaman “trabajador”. Para ellos son todos vagos. Pero la idea es cerrar la grieta entre ellos y nosotros. Los que estamos de un lado y del otro. La idea es, justamente, lo que propone un Alberto Fernández que ha venido a conciliar opuestos y un Eduardo De Pedro que se merece el más preciado lugar en ese rol conciliador que jugó desde un principio. Que no jugó a confrontar, con toda la historia que tiene encima. Debería odiarlos. Pero no. El tipo es un “alquimista” como dijo una persona muy cercana a quien esto escribe. Y él, agradecido con esas palabras, fuera de todo el show mediático-político de besos y abrazos de algunos oportunistas que van a pedirle “algo”. Ahora, que ganó. Y es nada más ni nada menos que mano derecha del presidente de la nación. Ahora lo puedo escribir con mayúsculas, del Presidente de la Nación.
Un Presidente que se puso la camiseta de la selección Argentina y se quiere convertir en héroe. Y tengo la fiel y no tan íntima convicción de que lo va a lograr. Con un equipo de jóvenes que lo circunda y también ella. ¿Por qué no? Cristina. Una mina súper inteligente. Visceral como la mayoría de las mujeres. De las Mujeres, las que admiro profundamente en su lucha y cuya existencia le debemos la nuestra, sin miedo a pecar de pollerudo, como me bien dicen algunos.
Pero quiero reparar en este pibe. Wado. Quique. O De Pedro. Como más les guste llamarlo. O el Tarta, como se burlan algunos sin lograr su cometido. Porque el pibe se ríe de sí mismo. Porque no es un defecto su tartamudez, sino parte de una historia que no cualquiera se bancaría. El pibe se ríe de sí mismo porque es inteligente. Porque su cuenta de tweeter se llama wadodecorrido y los que se ríen de él no lo entienden. Es más, le tienen miedo porque él no tiene miedo. Porque se abraza y se saca fotos con todos. Porque quiere unir a una Argentina devastada, con una gran responsabilidad de muchos de los que ayer lo fueron a saludar. Sin embargo el tipo nos necesita a todos. Porque pregona un modelo inclusivo, como el que pregonó Néstor, Cristina, Evita, el censurado Evo, el perseguido Lula, el exiliado Correa, y todos los presidentes de los países latinoamericanos que le quieren dar una identidad a su país sin que el gigante del Norte les diga por dónde va la vida, cuáles son los preceptos de la buena democracia y lo que sale todo eso con forma de deuda externa.
Wado. Un pibe que salió de las inferiores. Como en el fútbol. Que estudiaba psicología en la UBA y militaba en HIJOS. Y que un día me sorprendió con una lección cuando me vio fumando a la salida del subte línea “D”: “se fuma por placer y no por vicio”. Con esa calidez que siempre supo tener. El mismo que me llevó a militar a NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), el centro de estudiantes de la Facultad de Derecho y me presentó a quienes hoy están haciendo historia: Vanessa Siley, Mariano Recalde. Yo los vi discutir en el Bar “Ato” donde acudía a estudiar cada vez que tenía un parcial cerca. Yo los vi encarnizarse apasionadamente disertando acerca del rumbo del país. Preocuparse con el enfrentamiento entre la gente del campo y los gremios en aquella Plaza de Mayo violenta. Los vi con dolor por el país. Los veía levantarse a las 6 de la mañana y acostarse rotos después de debatir qué modelo le convenía al país. Vaya si merecen estar en el gobierno. ¿Qué otra gente quiero que gobierne mi país? Un estado bobo que se regocija forreándonos porque no llegamos a fin de mes o un estado presente que ni siquiera e permite descansar con tal de solucionar nuestros problemas? Que son nuestros. No los problemas de Trump. Los nuestros.
Wado. Un pibe que se mató para conseguirme un laburo para poder bancarme los estudios en Capital. Ni bien se enteró de mi situación enseguida obtuve una respuesta. ¿Cómo no lo voy a felicitar y abrazar en la plaza de mi ciudad? ¿A eso se le llama cholulismo? Llamenlo como quieran pero día a día intento ser agradecido con quienes con sólo escucharlos y sentirlos cerca me hacen sentir mejor. Y tener una ínfima esperanza de volver a creer en la política y seguirla de cerca participando en lo que pueda. Ahora sí a continuación me considero un cholulo. Estar al lado de un alquimista no es poca cosa. Quise congelar ese momento.  


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