“La Patria es el otro”
La gente lo vota igual porque viene con aires de cambios. Porque
no es soberbio. Y es simpáticamente de ojos claros. Y no porta un apellido
español, de los comunes.
Aunque esta historia se va a abrir de la realidad y va a
tomar un relato ficcional. Y un final no tan simpáticamente azul. Hay dos
personas entre la multitud. Una pareja que oficia de. No son pareja en la
realidad pero le pagaron para simulen serlo. Esa clase de seres humanos que
ganan plata por matar a alguien. Son los llamados “sicarios”.
El tiro fue certero y directo al corazón. Cumplieron
cabalmente su cometido. El candidato cae desplomado al suelo y detrás suyo las
corridas eran peores que la bolsa de comercio al final de su mandato que nunca
llegaría a ver. La caída del candidato deja una estela multitudinaria que se abalanza
sobre la pareja asesina. Y, obviamente, toman la espada y la balanza de la
justicia, empujando a la mujer de ojos vendados que nunca ve nada.
Sin tanto preámbulo constitucional, los linchan a palazos. Los
asesinos a sueldo caen derrumbados tratando de huir de las garras de la sociedad
furiosa. Era la única esperanza que tenían para que no vuelvan más.
Las paradojas de la vida son tan absurdas como morir en
manos de gente furiosa, vilmente traicionada por dos infiltrados. La muerte, de
vez en cuando, se sale con la suya. La prensa tituló: “un hecho repudiable de
ambos bandos”, despertando la teoría de los dos demonios adormecida en la
cabeza de un pueblo que esperaba un cambio. Y el muerto era el bueno. Los malos
son los sicarios. El maniqueísmo forma parte de una sociedad asustada que pide
más seguridad en las calles y una ministra que los incita a armarse y matar al
otro que, según la presidenta anterior, era la “Patria”.
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