Mente en blanco en el cuarto oscuro



La mente en blanco. La hoja en blanco. Tengo que escribir. Es la necesidad de expresar. Expresar no sé qué pero expresar al fin. Al final todo es expresión. Los ruidos, los silencios, los montones de gente. La gente que se amontona para pedir al sistema de exclusión. La exclusión a prueba de bala. Las balas que aniquilan al ser. El ser que se ve frente a la nada con forma de estado. El estado que hace oídos sordos a los que piden. Les molesta. ¿Es que no lo ven que estamos mejor? Dice un presidente que balbucea frases narcóticas, de un decir atravesado, balbuceante, cocainómano. Cuando a la vez, habla de desterrar el narcotráfico. Tan masoquista resulta que los resultados de las próximas elecciones están a la vista.
Por otro lado, la oposición a todo. Tal es la oposición a la oposición que termina hablando de un país al que no se postula como presidente. Está bien. Empatiza. Pero de la mejor forma que puede empatizar Piñón Fijo. De forma circense. Dejando pasar el tiempo que tiene para hablar lo que tiene para sacarnos del pozo. Del pozo depresivo que esta el que no tiene laburo. Este lo invita a mirar a Ecuador. Y el tipo quiere laburar en su país.
Del otro lado, está la oposición al gobierno de turno. Que sumó una bocha de puntos en las PASO. De la mano de un candidato que transó con Magneto y que estuvo al lado de Massa, panqueque con dulce de leche que lo endulzó a diluir su Frente Renovador y terminó haciendo lo mismo. Todo bien. Es política. En la política es lícito aliarse. Está bien que eso pase para acceder al poder. El sistema lo permite. Todos lo hacen. Alianzas y desuniones que llevan a ser vasallos del sistema capitalista. La pregunta es hasta dónde tiene que intervenir el estado en la economía. Si mucho o poco. Si lo dejamos librado al azar (como hace el gobierno de turno) vivimos la exclusión de una gran masa de la población y el privilegio de unas pocas empresas multinacionales amigas del presidente. Si intervenimos en la economía como se debe, para que no haya excluídos, caemos en la Venezuela a la que hoy nos parecemos.
Ni hablar, o mejor sí, de candidatos como Espert o el pelado de doble apellido que me hace acordar a un papá que reta a los argentinos como si fueran sus hijos: no te drogues, vago, anda a laburar, falta que diga. Pero bueno, este es el panorama político con el que nos encontramos.
Me olvidaba de Lavagna. El candidato con cara de Droopy que esta muy feliz de haber formado parte del gobierno de Néstor Kirchner y que le dijo al Fondo Monetario Internacional que no le íbamos a poder pagar hasta tanto no nos recuperemos internamente, allá por el 2003 o 2004. Con cara de cordero degollado, y con la voz de un pastor que le habla a sus súbditos.
El panorama político de hoy en día me dice que el kirchnerismo, con Alberto Fernández a la cabeza, es el único que puede sacar a un gobierno neoliberal, según la lógica de las últimas elecciones. Que vivo. Vos queres estar del lado de los ganadores me dicen algunos. Puede ser. Pero por qué son ganadores. Porque sacaron a un país del colapso y de un default en el 2003. Porque saben cómo hacerlo. Porque cuando lo hicieron nos volvieron a hacer creer en la política y reinstauraron la discusión y el debate político. ¿Todo a costa de perder amigos? No es culpa del kirchnerismo que se pierden amigos. En todo caso, la culpa es un nefasto invento católico. Hablemos de responsabilidad. ¿Quién fue el responsable de que mi amigo macrista o kirchnerista no me hable más ni me salude por la calle? ¿Vamos a culpar al kirchnerismo o al macrismo de la perdida de amigos? ¿No seremos nosotros que no estamos a la altura de disentir con alguien que piensa distinto y aún así seguir siendo amigos, o hijos, o padres, o hermanos, o primos, o del afecto que se trate?
En fin, el 27 de octubre son las elecciones. Esperemos que todo transcurra en paz y armonía. Es una nueva jornada democrática, aunque nos cueste creer en ella. Esta. Y nos costó mucha sangre conseguirla. El día en el cual un pueblo decide sus destinos. Queda en nosotros, internamente en cada uno, qué modelo de país queremos seguir teniendo. Creo que lo de Ni votos, Ni botas nos queda muy lejos. Ojalá podamos vivir sin un papá estado que nos diga qué es lo que tenemos que hacer. Pero creo en lo más íntimo que aún no estamos capacitados como seres humanos. Que gane el mejor, para el pueblo. Y ese pueblo somos todos. Macristas, kirchneristas, albertistas, espertistas, peladistas, todos. Así que a ponerse las pilas y votar a conciencia y con mucha memoria.

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