LOS HOMBRES NO LLORAN



Recién levantado de la siesta te parece que el mundo va a tu ritmo. Pero no. El mundo siguió andando mientras vos dormías. Y te parece que todo va lento. Pero el que va lento sos vos. Que te acostaste a dormir después de una mañana ardua de labor, aunque tus compañeros vean que no moviste ni un dedo. El dedo que moviste nadie lo vio. Sólo un ciego puede no ver el laburo que hiciste, aunque fuera ínfimo. El mundo se maneja con la cantidad, no tanto con la calidad de la labor. Parece que la cosa es producir en serie y no en serio. La seriedad es cosa de cómicos. Que van dando saltos por la vida sin que la muerte lo pueda agarrar y aferrarse a ese ser humano que le mete onda a una situación hostil, como trabajar en un ambiente que no tiene nada de onda, entre los bogas y los presos diría el amigo Villalba.
Sin ir más lejos, me quedo en la cercanía del gran poeta mercedino que pinta una ciudad tan bella como hostil. Una ciudad que te deja volar cortándote las alas, para que no vueles demasiado alto, porque en el más allá están los grandes, por miedo a quedarme en el más acá, piensan los dueños de las tijeras de las alas voladoras.
Sin embargo, están los que sí. Los que te acompañan en el vuelo. Los que te ven despegar y se alegran aun diciéndote adiós, queriendo que te quedes. Esos son los imprescindibles. Los que te acompañan y quieren que te quedes a su lado pero aun viéndote partir te saludan con lágrimas en los ojos, deseando verdaderamente que te vaya bien y que ojalá que vuelvas, porque te van a extrañar. Y vos no sabes si vas a volver. Porque las segundas vueltas nunca fueron buenas. Porque Hegel no te lo permite. Porque te tenes que superar. Porque ese momento en que te vas estas sintetizando entre quedarte e irte. Y ya lo has hecho varias veces. Pero esta vuelta es en serio. Te vas. Y todos te miran como diciendo que le pasa a este pibe que no se va más. Parece el Diego. Se despidió 150 mil veces del fútbol y nunca se fue. Está ahí. Con sus defectos, con sus errores, pero no por eso deja de ser grande. Aunque se lo vea chiquito y las burlas sobre su famosa “EEEEEE” larga se hagan ultravirales en los mensajes de wasap.
Sin embargo vos estas ahí. Queriendo escapar sin poder atravesar esas cárceles con las puertas abiertas. Por una cuestión económica, o por vaya a saber qué motivo. Porque no te rendís fácil. Porque no se las querés dejar fácil. Porque bancarte no es nada fácil ahí. Porque sos un quijote peleando contra los molinos de viento, aun desgastándote. Porque vale la pena semejante esfuerzo. Porque te ves un bicho raro en medio de la celulosa burocrática porque sos un tipo más directo que piensa como el poeta andaluz. Que los papeles nunca nos unieron. Como seres humanos. Nunca nos unió una nota redactada en forma formal. Porque siempre fuiste más informal y directo. Porque no queres membretes ni sellos que autentiquen nada. Porque vos sos totalmente auténtico. Y eso te trae muchísimos problemas. Más en un ambiente donde lo informal no tiene cabida. Donde el ladrón es el que se viste mal, no el de saco y corbata. Donde la bondad está en la letra de la ley, no en lo que la ley no cuenta. Y descrees. Desconfias en el sistema. Desconfias hasta en vos mismo porque vivís en una pseudo verdad que te creíste y que manejan ellos, diciendo que no sos para esto. Que estas para otras cosas. Que sos hipersensible, que la gente sensible no sirve para esto. Que la persona que llegó lejos acá fue porque no sintió una injusticia en su mejilla como una cachetada. Que más vale te dediques a la psicología si queres ser sensible o peor, que te dediques a jugar a la muñeca. Porque ya te tildaron de trolo. Porque te duele el dolor ajeno. Simplemente por eso.
Pero en fin, qué trágico que estoy. ¿Será porque me levanté ofuscado de la siesta o porque me tengo que dedicar a jugar a la muñeca? No llores más pibe. Hacete hombre. Los hombres no lloran. Bancatela. No seas puto. ¿Será que no está de moda la sensibilidad? ¿Se puso de moda la imbecilidad y la creencia de que el que la tiene más larga gana el campeonato al que nunca pediste jugar? No me animaría a pedirles opinión a las mujeres de estos hombres. Tengo miedo de que terminen golpeadas cuando las escuchen sus maridos. Cuando confiesen los amantes que tienen por no tener un hombre sensible y empático a su lado. Mucho cuidado “hombres insensibles”. Después no los quiero ver llorar.  

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