LOS PADRES TAMBIÉN LLORAN



Jugando con las niñas y mirando el monitor sonriendo me doy cuenta de lo estúpido que fui al pensar que no podía ser padre y dedicarme a lo que más amaba a la vez, la música, los libros, escribir, tocar la viola y demás. La alegría inmensa que me embarga da cuenta de un objetivo que se está por cumplir, que es la publicación del primer libro del este eskritor que se digna en volcar sus estupideces en una pantalla y creer que aunque poca gente las lea, pensando que a nadie le interesa, no deja de constituir un logro que hace mucho que vengo masticando sobriamente, día a día, palmo a palmo, libro a libro, frase a frase. Lentamente, como si fuera una vil venganza contra mí mismo, contra mis imposibilidades y mis auto condicionamientos, de decir que nunca lo voy a hacer y quedar en veremos, en un veremos eterno.
Qué puedo decir. Respetar los puntos y las comas no hace más que emprolijar los sentimientos que fluyen y que no se fijan en el abecedario, ni en las cuestiones formales de la escritura ni de la real academia, que más que real pasa a ser ficticia, o un mero ayuda memoria, cuando la memoria quiere.
La verdad es que me siento satisfecho. Años de volcar preocupaciones, pensamientos, angustias, miedos, terrores, horrores, vacilaciones, dudas, nebulosas, fantasmas en un blog lleno de mi yo al extremo. Obviando las correcciones de tipo periodística y las buenas formas del buen escribir o del deber ser, o más bien, del deber escribir bien. Sin respetar estilos, ni tipologías, ni formatos, con la única regla de la anarquía de los sentimientos y las sensaciones que me provocan el mero hecho de existir y dejarlo asentado.
No sé si volveré a escribir en el blog. Es como que superé una etapa. A lo mejor si. Pero con menos rigurosidad, menos disciplina. Quizás escribir cuando realmente lo necesite. Cuando realmente valga la pena. Uno se sienta frente a una página en blanco, a la cual le tuve miedo la primera vez que escribí “Hoy Llueve” en una clase mediocre de periodismo en la Universidad Católica Argentina con Alfredo Serra, un periodista de la revista Gente que lo que menos hacía era incentivarte con la profesión, autodenominándose “gorila”. Y realmente lo era. Porque era devastador escucharlo hablar del periodismo al que terminabas odiando. Te sentías la peor persona del mundo por ser periodista. Porque él lo vivía así. Y cuando leía sus notas en la revista Gente me decía que yo no quería ser un tipo así: gorila, despotricando contra el mundo, jorobado hasta el tuétano, mirándote con desprecio, que se le llenaba de baba la comisura de los labios cuando hablaba (porque hablaba hasta por los codos) y cuyas notas dejaban mucho que desear, sobreestimando la falta de tiempo diciendo que trabajando a contrarreloj las cosas salían mucho mejor que laborándolas con tiempo. A mí no me gustaba laburar a contrarreloj. Era el típico pibe callado, apocado, sensible, ultra, que si lo apurabas se mandaba mil cagadas. Las cosas tenían que ser con tiempo, para digerirlas, masticarlas, entenderlas sobre todo. Sí, era un maricón para ellos y flojito.
Se suponía que el periodismo era cosa de gente rápida, resuelta. Y a mí me gustaba pensar. Era más fiel al pensamiento en esa época que ahora. Y salían cosas muy bonitas haciéndolas a  mi tiempo. Creía que con tiempo las cosas salían de gran calidad y sentimiento.
Hoy estoy imbuido de varias actividades que llenan mi preciado tiempo. Y no por eso les dedico menos amor. Quizás este blog este plagado de boludeces sí. Pero hay otras tantas que las leo y me digo ¡guau! Mira lo que escribí. Que hermoso. O que dolor hermoso y que bueno que haya salido de esta forma.
Mi vieja es una gran escritora. Creo que este hermoso oficio de sacarle fotos a la realidad a través de las letras salió de ella. Que quiso ser fotógrafa y periodista y es una excelente pianista y ser humano que siempre me incentivó en todo. También a mi viejo, que con sus grandes críticas certeras ha agudizado mi ingenio desde el más absoluto amor. A mis hermanos, que me viven halagando en todo lo que hago. A mis amores, grandes mujeres que hacen historia día a día en mi vida: Cata, Emilia y Tere, mi pareja que le hace honor a la palabra. Siempre a la par y alentándome. Catalina y su dulzura, amainándome el corazón con su vocecita y Emilia, con su potente personalidad, retándome, enseñándome más ella a mí que yo a ella; mis dos hermosas hijas, llenándome el espíritu y refortaleciéndome, cuando me secaban las lágrimas de las mejillas, sabiendo que un padre no es dios. Que también llora y que también necesita afecto.

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