La providencia


La providencia es la disposición o medida para lograr un determinado fin. Eso dice el diccionario Larousse. De dónde salió semejante termino. Providencia. Me suena a alguna cuestión religiosa. La divina providencia, un lugar donde se alojaba a los ancianos, cuyos hijos no podían o no querían hacerse cargo. Vaya a saber uno la historia que guardan en su haber cada uno de los viejitos que se alojan en cada uno de estas instituciones dedicadas a que nuestros viejos tengan un descenlace menos nocivo de lo que tendrían si no estuvieran allí, encerrados.



Imaginen un solo día de estos pobres seres humanos que dependen de otros seres humanos para poder vivir. A la mañana los levantan, les dan de desayunar, los sacan al sol, cuando hay, los hacen jugar, creo yo, no sé. Qué actividad tendrán. Los hacen almorzar, dormir la siesta, otra vez arriba, meriendan,  otra actividad, baño, cena, y a dormir otra vez. Así hasta que les llega la muerte.



Una vida rutinaria no tan lejana de la que venían haciendo, ¿no? ¿Habrán hecho lo que realmente querían hacer de sus vidas? ¿ O habrán obedecido mandatos ancestrales cumpliendo expectativas de vida ajena? ¿Habrán vivido realmente o habrán muerto en vida hasta que les llega la muerte biológica? Cuántas preguntas sobre el fin de nuestras vidas quizás. ¿Les habrá quedado algo por hacer? ¿Qué mejor que  escuchar a estos ancianos y sus últimos deseos? ¿Por qué tenemos que llegar a ese punto para cumplir con nosotros mismos?



Parece esto un tratado de autoayuda idiota. De esos libros que llenan las estanterías de las casas de libros, que se llenan los bolsillos con las angustias existenciales de la gente que no sabe qué hacer con su vida y gastan fortunas en estos libros creyendo que allá está la solución. Regueros de tinta y de tiempo escaso se gastan buscando los tips de la felicidad. O consumiendo cosas banales que no sirven más que para llenar ese vacío que nunca se termina de llenar, llamado deseo.



El deseo es un círculo que nunca termina de cerrar. Y la felicidad algo que vende el mercado con un precio altísimo y a la que nunca se puede acceder. Algunos llaman a la felicidad “momentos”, instantes fugaces. Para volver a lo mismo. Nunca debes volver a los lugares donde alguna vez fuiste feliz, canta Joaquín Sabina, aconsejando al escucha para que no se de la cabeza contra la pared.



Las paredes se pueden derrumbar. Esas que nos atan y nos tienen encerrados entre mandatos, expectativas ajenas, obligaciones, compromisos y el qué dirán. Y el qué decimos nosotros es el tema. tan aturdidos con lo ajeno, olvidamos nuestra voz interior y lo que nos ladra el corazón, descorazonado de razón, útil para poder sobrevivir materialmente, que es lo que más importa, para poder escuchar el espíritu que pide a gritos un consuelo.



Imaginad qué siente un viejito sentado en una silla viendo pasar la vida, que ya pasó hace rato para él. Imaginemos que quienes tienen a cargo la providencia les quiten esa posibilidad de vivir menos peor ahorrándoles la plata en medicamentos y que la gasten en lo que más quieran. Les queda poco. Casi nada. Imaginemos ahora que lo poco que les queda, en la recta final, los que estan a cargo de las medidas que los podrían hacer más dignos, sobre todo en esa recta final, les pongan palos en las ruedas de su silla, para que por fin mueran. Filosofías de las miserias. Miseria de la filosofía, que sólo se limite a contemplar y no transformar esta absurda realidad. 

El Eskritor 

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