Y si. Ya está acá en casa. Tras siglos de espera que fueron nada más que nueve meses eternos. Fue una eternidad hecha embrión para nosotros, cuya ansiedad desembocó en un sinfín de actitudes incomprendidas o no por quienes nos rodeaban. Miedo. Cagazo, del mayúsculo. Te agarra una especie de infinitos signos de preguntas que azotan tu cabeza y tu corazón, cuyo sístole y diástole no da abasto en el momento crucial del encuentro con esa indefensión ante el mundo al que nunca pidió llegar. Y que algún día sé que me recriminará. Y yo, como un infeliz, sin respuestas. Una cosita que tengo atrás en este momento con breves respiraciones que cada tanto te obliga a pararte por más cansado que estés , para ver si sigue su curso. Un serhumanito que contradice toda teoría freudiana acerca de la inexistencia de la felicidad. Son momentos sí, sobre todo cuando estoy con ella. Es el momento en el cual todo te chupa un huevo. Y de verdad. Que odiás a todos menos a tu hijo, siguiendo los preceptos ...
Comentarios