Aisladamente conectados



Una persona parada con los pies en la tierra implica muchas cosas. Pero recortemos una de ellas. Imaginemos que esa persona esta quieta, triste, por el motivo que sea y está mirando hacia abajo. Hacia sus pies que ya no pueden moverse y buscan despegarse lentamente del suelo.
No pueden. Le crecen las raíces que representan el pasado. Ese que trae una carga tensa. Se acuerda de una frase de un musical que le vino a la mente: “el tiempo es hoy”.  Y los pies empiezan a despegarse del piso, a alejarse de las penas que arrastraban. Lentamente, entre un paso y otro, empiezan a danzar al compás de una música que suena a los lejos. Y siente que el cuerpo empieza a levitar. Se ahogan los viejos pensamientos en el mar de lágrimas que había dejado de tanto llorar y siente un fuego interior que lo impulsa a buscar calor en un abrazo de la persona que tiene al lado que venía sintiendo lo mismo. La energía es otra. Se curan las penas. Sanan las tristezas. Se baila bajo la naturaleza.
Danzan los animales de la selva en busca de un mundo posible entre afectos, caricias y abrazos. De abajo hacia arriba la energía impulsada desde el piso pasa por los pies donde habitaban las penas hasta convertirse en un poder único que sólo tienen quienes exorcizan las penas en movimiento, en baile, ahuyentando los fantasmas.
Lo mismo pasa con la música y las canciones, esa bestia que nos hace sacar toda la mierda que habita en nosotros mismos y sentirnos más livianos una vez cantado lo cantado, dicho lo dicho y contado lo cantado, rompiendo las cadenas del silencio en que nos vemos inmersos y que no podemos romper por el miedo al qué dirán, a que nos tilden de locos, y que lo dicho no cuaje en el “sistema del lenguaje coherente”.
Las incoherencias son parte de la vida, plagada de incoherencias. Los sujetos nos hacemos carne de ellas cuando  estamos socialmente ensimismados con la cara alumbrada mirando un aparato, ese que nos aleja cercanamente a otra persona, que no vemos, pero que está ahí en busca de nuestra soledad, sin lograr sosegarla.  

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