Resultados
Resulta que…¿Por qué, con frecuencia, arrancamos a contar un
chiste así? ¿Qué es lo que resulta? ¿A quién resulta? ¿Cómo, dónde, cuándo? Los
resultados de las encuestas dieron…a lo que siguen una sucesión de nervios que
empañan la visión y el pensamiento de quien escucha. Tengo el resultado de los
exámenes médicos. ¡Mamá! Qué situación angustiante, por más que hayan salido
bien. Ese ínfimo segundo crees que te morís. O: bueno, chicos, está el
resultado de los exámenes. Y lo que comiste automáticamente te cayó mal. Sentís
que te desvaneces y te traga el suelo. “Esta vida no me ha dado más que
suspenso”, decía un viejo conocido.
La cuestión es que los resultados son la mera consecuencia de
lo que hicimos para llegar a eso. O no. A veces se padecen injusticias. “Jugamos
re bien, pero perdimos”, sucede en los equipos de fútbol, deporte en el cual
gana el que hace más goles durante 90 minutos, o 100 como mucho, cuando no hay
alargue, o penales.
“El bien y el mal definen por penal”, cantaba Mollo en el 5°
tema de La Era de la Boludez, quizás no, pero subrayando un maniqueísmo dialéctico
que confrontaban equitativamente en el empate en una especie de shing y shang
indefinido.
La indefinición de los resultados que generan inseguridad,
tan cara al ser humano y tan fantasma
que lo asusta porque cree que tiene la vaca atada, o la plata asegurada, o la
certeza, sabiendo equivocarse y asustándose de ello. No tenemos nada, aún teniéndolo
todo. Nada nos pertenece, ni siquiera nosotros mismos aferrándonos en
cuclillas, abrazándonos a nuestras rodillas y con la cabeza hundida en nuestro
pecho, formando una pelota que rueda y se dirige a un destino incierto. Nunca se
sabe cuál será la última vuelta de esa pelota que anda y rueda por la vida,
girando lentamente, o rápidamente, según lo que llevemos en las cabezas y en
los corazones que nos impulsan a seguir girando en la rueda humana al son del
planeta Tierra que también rueda y gira alrededor de un sol que se hace cada
año más fuerte y quema con más devoción, como si se vengara de la falta de
valor que le damos a la Naturaleza, intervenida por ese hombre con miedo que
busca constantemente la seguridad, y está cada vez más inseguro.
Inseguro de sí mismo, adquiriendo la seguridad en el
country, contratando cada vez más servicios de seguridad, para alejarse de ese
otro hombre que no tuvo las mismas oportunidades, para diferenciarse del otro
que no pudo, no supo, o no quiso, como le conviene pensar.
El pensamiento que forjamos día a día para quedarnos
tranquilos de nuestra rutina. Que lo que hacemos esta bien. Sin el más mínimo
atisbo de juicio crítico ni de la más sublime mirada hacia el costado, con las
ojeras de los caballos de carrera, en una competencia atroz e irrefrenable
hacia la nada, hacia la muerte, que nos espera orgullosa de haber vivido una
experiencia formidable y contenta sabiendo que la victoria era suya.
Suyo era el resultado. Su resultado era la muerte. El resultado
final, letal, mortal. ¿Por qué reparar en estas cuestiones resultadistas si ya
sabemos cuál es el final? Teniendo en cuenta eso, buscamos actividades para
huir de ese pensamiento feroz de saber que nos vamos a morir. A diferencia del
animal, el hombre sabe que va a morir. La muerte sabe que lo va a matar. La vida
se rebela y le sonríe a la muerte. “Quedamos los que puedan sonreír, en medio
de la muerte, en plena luz”, canta Silvio Rodríguez, en Al Final de Este Viaje.
Si llegaron al final de este osado e inútil ensayito, los convido a ponerse esa
canción, y a disfrutar de la vida.
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