El juego de la Oca argentino
Mientras los dioses se disputan lo indisputable, los
hermanos de la tierra se pelean entre copas de amistad, las fuentes de lo que
será su rica pobreza, y los pobres se enriquecen de historias, entre sobremesas
de carencias y abundancias de una alegría que contrasta con la tristeza.
Risas de llantos y llantos de risa subsisten hasta que
llegue la tan vital muerte, que a todos nos tiene junados y que en cualquier
momento alguien se le escapará burlando y esquivando la tan desafilada guadaña
que aguarda el filo de la noche diurna, para ella, para llevarse un alma más
que engrosará su capa de pieles humanas.
La humanidad está a la altura de la bajeza miserable que
hace al altar de los señores que abundancia detentan, tan pobres de espíritu,
como obesos sus cuerpos de holgazanería, llena de buches de abundancia y
miserias masticables a la hora de repartir panes y peces.
Jesús fue un revolucionario en ese sentido, tan enemigo de
la nobleza y amigo de la pobreza material, tan amigo de Judas como enemigo de
los apóstoles que tergiversaron sus palabras para apoderarse tanto de su
sabiduría, cuanto de las profecías que auguraban un seguimiento a esa religión
por la que murieron tantos cristianos y por la que mataron tantos aborígenes.
Los nativos tenían sus dioses, que auguraban la llegada del
hombre blanco, creyéndolo dios y rindiéndoles pleitesía, que se desmoronó en
cuanto el foráneo sacó la espada y la biblia e hizo visible su objetivo
fundamental, tan lejano a evangelizar aquellos destrapados cubiertos con trapos,
quienes ostentaban un calendario perfecto con los astros y una civilización
bárbara en la que no dejaban a ningún hermano morir de hambre, en una economía
de subsistencia que consistía en rendirle culto a la tierra que tantos frutos
les brindaban y fumando la pipa de la paz para hermanarse con el enemigo. Tanto
que aprender más que avasallar.
Fue una masacre. Los europeos contaban con toda la tecnología
de la edad media para hacerlos percha en el placard del museo medieval. El medioevo
se tiñó de rojo sangre cuando el aborigen se dio cuenta que venían a violar a
sus mujeres para engendrar sin darse cuenta la sangre gaucha que nos dio a Juan
Moreyra, entre otros a quienes les costaba adaptarse a una vida que no les
pertenecía. La rebeldía sanguínea fue mucho más fuerte que las Leyes de Indias,
la mita, la encomienda y el yanaconazgo, tres sistemas laborales que explotaban
al aborigen en su propia tierra, lo que generó revanchas, tantas veces
castigadas con el peso de la ley de “civilización” que querían imponer los
colonos.
Colonización. Colón dejó una herencia de colon irritable que
hoy persigue la pesada herencia de una Argentina que sufre, sufrió y sufrirá la
grieta entre Liniers vs la Revolución de Mayo, quienes rendían culto a la
Corona aún liberados del yugo de España como los Saavedra y quienes querían una
revolución ferviente y radical como Moreno, envenado por este último; entre los
federales de Rosas y Dorrego y los unitarios de Lavalle, entre San Martín, que
quería la liberación del continente y el gobierno de Buenos Aires que no le
enviaba la ayuda que pedía, desconcentrando el gobierno central para formar la
triple alianza y derrotar al gobierno paraguayo que tenía el tupe y el coraje
de forjar una nación más culta que los tres países que le hacían la guerra para
no dejarlo crecer.
Los conservadores que querían una patria de campo contra los
progres que abogaban por una país de industria. Peronistas versus radicales. Trabajadores,
teóricamente defendidos por los sindicatos y gremios y la patronal, defendidos
por sindicatos y gremios. Dictaduras versus democracias. River versus boca. Julio
Sosa contra el Polaco Goyeneche. Chevrolet contra Ford. Adidas versus Nike. Amor
versus odio.
La síntesis es un país donde se retorna al pasado, como el
juego de la Oca, siempre va a empezar ia ia o. es muy divertido, si si si. Es muy
aburrido, no no no. Un, dos, tres, cuatro…hasta cuánto tendremos que contar
para aprender del pasado.
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