CEGUERA NACIONAL
Revolviendo unos papeles de la carpeta color púrpura, sigo
encontrando cosas que me sorprenden rotundamente. Un manuscrito titulado
Costumbres Argentinas, que dice así y no es ningún estreno. Es la vieja
historia repetida del “yo veo un museo repetir el pasado” de El Tiempo No Para
del brasilero Cazuza, que interpreta tan argentinamente la Bersuit Vergarabat, con
el pelado a la cabeza todavía y De La Cabeza:
“Las opiniones acerca del discurso televisado en la cadena
nacional dan cuenta de un país aburrido”, arranca. No se si se acuerdan del
spot televisivo de la campaña de De La Rúa en el que se quejaba de que le
decían aburrido. Quería dar la imagen de honestidad y moderación que se había
ido por la borda en la era del menemato.
Sigue: “El discurso mostraba a un presidente ´honesto´y
´preocupado´por su país. La veracidad de sus intenciones no son certeras. Tampoco
es buen actor”.
El contenido del falso discurso apelaba nada más ni nada
menos que al pago de impuestos y la obligatoriedad “moral” que conllevaba dicho
deber ciudadano. Dato al margen: había un índice de desocupación del 14,7%. Y se
había incrementado rotundamente el subempleo.
Telefe hacía pública su ironía con el presidente de entonces.
Se lo veía al conductor Raúl Portal (acérrimo defensor del cura pedófilo
Grassi) dramatizar con ironía barata a un pedazo de discurso presidencial: “si
usted no quiere pagar los impuestos, no pague”.
Hacía mucho que no se hacía cadena nacional. Durante el
menemato salía Carlos Corach a hablar al público por la mañana, como lo hizo
Aníbal Fernandez durante el gobierno de CFK. Es publicidad de los actos de
gobierno por más que las viejas oligarcas y no tanto se quejen de que no pueden
mirar la novela, como si la ficción superara ampliamente a la realidad en
materia de prioridad ciudadana atienente a la democracia que se alimenta de la
participación popular.
En el débil discurso, De La Rúa rogaba encarecidamente que
paguen los impuestos. Y la remató diciendo: “Si no pagamos los impuestos, nos
vamos a arrepentir. Este país desaparece” Como si este país se mantuviera en
pie por los impuestos de la clase baja y media, ya que la oligarquía evade
impuestos, porque son quienes gobiernan los hilos de la política. Eso no es
nada nuevo. Genera ganancias a costillas de la clase trabajadora, cuando
manejan los hilos de las marionetas del Congreso Nacional haciendo leyes para
mantener el statu quo económico vigente.
El único gobierno que enfrentó esta situación con un estado
de bienestar keynesiano como modelo económico fue el kirchnerismo, que perdió
el último ballotage con un candidato poco kirchnerista y más cercano al “desaparecido”
duhaldismo.
A la mañana siguiente se escuchaban las opiniones indignadas
de los ciudadanos. Radio Continental transmitía la voz del ciudadano Jorge que
decía que “no se puede extorsionar a la gente para que pague sus impuestos”. Ya
se estaba delineando una pueblada porque parecía una cargada la conminación
ulterior en pos de evitar la desaparición del Estado. Estaba vaticinando el
lema anarquista del “que se vayan todos” y era inminente un estallido social.
Producto de las costumbres argentinas de la década pasada,
es la ingenuidad voluntaria con la que se maneja el pueblo argentino en las
urnas, el único día dominguero en que se siente parte del país y vota para
después ir a comer las pastas del domingo con su familia y hablar y discutir de
política. Sólo ese día. Para que todo siga igual. Con la cabeza inundada de
promesas que revelan los medios al mejor postor publicitario. Los medios de
comunicación se transforman en la gacetilla de prensa del partido que la tenga
más grande. Hablo de la maleta.
Falta poquito. De La Rúa remata diciendo y burlándose de la
teleaudiencia: “Estamos en el tercer mundo. Paguemos los impuestos porque se nos
viene el país abajo”. Los argentinos critican, sintiéndose abajo. Escupen para
arriba, cuando lo pueden hacer en forma horizontal. Se olvidan que esa gente
está ahí por ellos y para ellos.
Termino de leer el manuscrito de la carpeta color rosa
púrpura. Y se me viene a la cabeza la coyuntura actual. No hay más ciego que el
que no quiere ver.
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