Final relajado en el Parador
Nueve horas seguidas de sueño. De dormir con sueño. Relajado
ya, fuimos a desayunar y a una charla para saber cómo surgió el Parador. La guía
nos indicaba cómo surgió ese paisaje y esas antiguas construcciones por
intermedio de un mural. Los primeros pobladores: los comechingones. Hasta la
llegada del “hombre blanco”, como llamaban a los colonizadores y jesuitas. Y la historia que todos conocemos y
que tantas veces fue ocultada y negada por los vencedores. Azotes. Masacres. De
ellos quedaron las figuras en el museo. Que por las noches hacen retumbar las
paredes con sonidos guturales de corte de garganta.
En 1930 llega Natalio Botana. Un periodista argentino
fundador del diario Crítica. Llega en auto lleno de glamour. Y funda un hotel
de juegos y juergas. Un casino a medio terminar.
Posteriormente a eso, llegan los monjes salesianos. Y construyen
precarias casitas, que hoy ofician de hospedaje a huéspedes como nosotros. Construyeron
un dique para beber el agua del río, cristalina, por esos tiempos. Potable. Para
esto la naturaleza ya moría atragantada de ver tanto manoseo. Construyeron una
capilla. Pero posteriormente fueron corridos. Ya estamos hablando de la década
del 60.
Empujados los monjes, se construyó un complejo donde paraban
los viajantes que ostentaban mucha riqueza. Por eso el nombre de Parador de la
Montaña. Hoy no tiene reconocida jurisdicción por parte de ninguna de las
municipalidades aledañas. Lo más cerca que tiene es Santa Rosa de Calamuchita,
donde hicimos nuestro primer recorrido. Un montón de lugares preciosos visten
el paisaje. Conocimos la capilla donde muchos novios se casan actualmente en
medio de la montaña. Después de semejante recorrido, las piernas pedían reposo
hasta el otro día.
Un día en el Parador implica pileta, baño, comida, cama,
descanso.
Los Reartes es un lugar muy lindo donde te podes bañar en el
río. Familias de sobra. Villa General Belgrano y la cerveza con amenazas de
tornados. Alerta roja en el clima porque hacía poco había uno en Córdoba
arrebatando vidas.
El descanso de unas tremendas vacaciones que da para relajar
y no hacer nada, ni siquiera escribir. Hasta siempre.
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