kaos sentimental

Con los sentimientos de una persona no se juega, pensaba el muchacho sentado en el mismo lugar. Y menos cuando esta no los demuestra auténticamente.
Dicen que es la incertidumbre lo que te enamora. Que el desengaño es lo que seduce. “Dudar es amar, saber es morir”, cantaba el negro Dolina. Descartes era un gran vacilador del pensamiento. Su esbozo de la Duda Metódica nos hace pensar, entonces existir. Pienso , luego existo. Cogito, ergo sum. Su error era la sustitución de pienso por siento, pensaba el sufriente por amor. Por lo menos, esto le pasa a bastante gente que desplaza pensamientos por sentimientos. Sin embargo, no sabía por qué callaba aquello que tanto le dolía. Le estaba quemando la garganta. No podía salir aquello que se albergaba en el más ínfimo rincón de su paladar. Si uno recorría el camino de esas palabras ocultas seguían por el esófago, pasaban por el pecho, todo rasgado de dolor, y continuaban hasta una entraña bien profunda que soñaba con tomar forma en el mundo exterior.
La idea en sí no era esta. No quería terminar pensando esto. Pero los sentimientos no se manejan. Ojalá podamos tener un control remoto de lo que sentimos los seres humanos. Bah! Pensándolo bien, ojalá que no. Sería un absurdo. El chabón se sentía mal. Y si. Sus sentimientos desembocaban en una mujer cuyos sentimientos están encubiertos de cosas realistas, concretas, razonables. La abstracción se había adueñado de este ser sentado a la vera de una mesa con una copa de vino, cargada con un navegante hielo, que cada vez iba perdiendo su consistencia, tal como la existencia de este despojo humano. La abstracción se hizo desgracia en su mente y lo vinculó con la mujer.
Las oposiciones de la abstracción y la concreción eran inauditas en ese momento. Era otra más de las absurdidades de las que hacían mella en la mente de este creador de situaciones que terminan esbozadas en este papel. Los polos opuestos se atraían cada vez con más fuerza. Sólo que esa afirmación era válida para las llamadas ciencias duras. En lo exacto no residen las cuestiones del corazón. Esa era exactamente la cuestión que asolaba a esta persona. Lo exacto. El afecto. Unidos suenan a ridículo. Como si quisiéramos medir al amor. No me des con cuentagotas tu amor o algo así cantaba Charly.
En fin, lo que sentía este tipo era algo sumamente difícil de definir. Si se lo definía, se iba a dudar de su definición porque tendría que ser una definición abarcativa. Más bien, casi inifinita. Y hasta el “casi” quedaría en duda.
Vuelve a sonar la opereta de Dolina. “Dudar es Amar”. Amar es dolor. Concreción. Razonamiento es lo que busca la gente sumamente razonable que no quiere vacilar, ni pendulear, ni medias tintas. Porque el que duda pierde. Es superado por el que ya decidió. Pensando pero no sintiendo. Sintiendo sin pensar. Quien duda lo hace lo hace pensado que además de querer concretar una situación, la quiere sentir. El razonamiento y la lógica de la realidad son aquellos que burlan al amor y a los afectos. Donde el “te quiero”, “te necesito”, el “quédate conmigo”, el “tengo miedo” no se basan en el cálculo, precisamente.
La vida no es un cálculo. Este es una mera herramienta de la misma, plagada de sentimientos de angustia, de contradicciones, de miedos, que no siempre son tenidos en cuenta a la hora de calcular. Las abstracciones son filosóficas. Hay una permanente huida a eso. Porque se ven mejor las cosas cuando uno abstrae. Se ve todo. Y hay veces que no se quiere ver todo. Se quiere recortar. Se quiere ir a los fácil y lo concreto. Porque en ese viaje abstracto nos cruzamos con muchas cosas que no queremos ver. La muerte, por ejemplo, que nos aguarda a cada instante esperando su momento. Cuando firma un pacto con el olvido, no fuimos  bien recibidos en esta vida. La muerte, por ejemplo, que siendo tan abstracto pensar en ella, es tan concreto su accionar. Y definitivo.
Creo que todo esto pasaba por la mente de ese tipo. Sentado ahí. Esperando, no sé, que esa abstracción se concrete.

Continuará. 

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