el hombre, eterno repitente
Iba a hablar de mí, pero me veo enroscado en dimensiones mayores. Y es egoísta hablar de uno, cuando a uno lo rodean cuestiones mundiales. Aunque aveces uno habla de uno para aclarar las ideas sobre sí mismo. Y termina enroscándose como una serpiente. Y pierde los brazos, las piernas, el miembro viril, la cabeza y se transforma en un gran torso que rueda y rueda volteando a los demás con su ensimismamiento. Un ombliguismo que se transforma en pantallas robacharlas y sobremesas. Mierda que te mierdas de programas de chimentos que alimentan el odio entre la gente. Quita todo diálogo constructivo en pos del rating, que es tiempo, que a su vez destruye toda profundización sobre algo. Entonces los problemas quedan en la nada. Y nadie se hace cargo de ellos. Quedan huérfanos. Sin padres, pero reproduciendo hijos por doquier. Está bien que un mundo sin problemas es un mundo muerto, lo que no significa que no haya que darles pelota. El diálogo es el principio del problema para