Final de la carta de una persona que cree en un mundo mejor, dirigida a otros que creen que no existe.
Por eso, señor, déjele el lugar a otro que aun crea que las
cosas pueden mejorar. Que tenga la esperanza que esto puede cambiar. Que esto
no viva más inmerso en una burbuja que se eleva cada vez más lejos de la gente
a la que va destinado. Que mira a los negros, los huele y levanta los orificios
nasales, frunciendo el cejo y los maltrata por portación de rostro. Le vengo a
comentar que tanto la Carta y como el positivismo son para todos iguales. Y el
positivismo alcanza a esa gente que a
usted tanto molesta porque no tiene un perfume Carolina Herrera. Porque a esa
persona no se le dio oportunidad de calentar ese sillón, como bien lo está
haciendo usted en este momento, esperando su cafecito. En fin, póngase a
pensar. Porque esto se piensa. No es cuestión de aplicar el positivismo y nada más. Está lo que
se llama la hermenéutica (si no conoce la palabra lo invito a abrir el
diccionario) y la crítica. Lea mucho. Pero no se coma todo lo que dicen los libros.
Critique, rompa y haga una nuevo. Y sobre todo, camine la calle. Deje un poco
el asiento cómodo de su carísimo auto. Y charle con la gente a ver qué piensa
del statu quo que tanto ud. defiende. Y bánquese que le digan que no creen más
en nada. Que la gente que más sufre no tiene nada que perder. Tenga cuidado que
a todos nos llega esa ola que un día se transforma en tsunami. Nadie está a
salvo de que un tipo cagado de hambre y pasado de merca, entre a nuestras
casas, nos violen y maten a nuestros seres queridos y se vayan con algún botín,
que sería lo de menos. Por eso, reflexionemos. El precio es muy caro. El de
vivir en una burbuja. Porque un día esa burbuja estalla. Y la caída es gigante.
Y el impacto, peor.
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