Descripciones aburridas de Poe
También Poe desempeña la prosa en pos de una amada perdida,
con distintos nombres. Sabemos del amorío temprano que desató que a los trece
años Virginia Eliza Clemm se escapara con él y se casaran. En realidad, ella
era su prima. Él tenía 27.
Eso también se esboza en la escritura de este escritor
embelezado con la belleza núbil. Tanto amaba a Virginia que le cambió la vida
cuando muere víctima de una enfermedad mortal que en esa época hacía estragos:
la tuberculosis. Terminó con su vida a los 24 años. Él tenía 38 pirulos y le
cambió la vida para siempre. Se puede ver en Berenice, en Morella, en Eleonora,
en Ligeia. En estos cuentos se repite la escisión que se produjo en su vida
partida en dos, desde la muerte de su amada.
Un dolor enorme se apodera de su pluma al tratar de recordar
una aproximación a su mujer. La recuerda desde la misma muerte, no viendo en
esta un final sino la continuación de la vida. Una mutación que él llama
metamorfosis. Es dejar la vestimenta que es el cuerpo mismo. Como la mariposa y
la crisálida. Como si fuera que cambiamos de piel. Como las arañas. Ahora sí,
una vez que dejamos lo corpóreo, lo material. Penetramos en una suerte de
atmósfera mucho más liviana, ligera y fantasmal, si se quiere. Sin tanto ruido,
con mucha más paz y tranquilidad de los seres que descargaron todo en vida. Por
lo menos así lo veía Poe.
Y la obsesión por los crímenes. Esa obsesión que lo tenía
atado a una especie de locura muy común en los escritores como lo que escribe
esto. La locura es la fisura más dura. Y eso lo tenía Poe. Eso lo tengo yo. Eso
lo tienen todos aquellos que se consideran humanos. Esa humanidad tan lejana a
la recta razón. A la correcta razón que tanto alababa el iluminismo que más que
iluminar oscurecía. Una oscuridad tal que se pensaba que por intermedio de la
razón se iban a solucionar todos los problemas. Aquellos problemas humanos que
iban tan lejos de una razón que le daba lugar a razonamientos lógicos. Los
jueces le dicen sentido común. No hay nada menos común que los sentidos. Pero
bueno, Poe se empeñaba obsesivamente en develar crímenes. No hablamos de los de
lesa humanidad. si no se iba a volver más loco de lo que estaba. Hablamos de
sos crímenes del siglo 19 en los que abundaban los callejones sin salida y la
oscuridad en las calles y en la vida misma. Atormentada. De gente reprimida .
por imposiciones sociales. De una época en la que tuvo lugar experimentos como
los del Dr. Jekyll. Donde la bondad y la maldad no se diferenciaba en una
especie de maniqueísmo maquiavélico sino que se hallaban en la misma persona ,
en la misma entidad. Era un adelanto hegeliano quizás que se contraponía a las
locuras de la razón pura de Comte. Filosofías baratas y zapatos descalzos.
En definitiva, dentro de los cuentos hay más cuentos. Las
mil y dos noches de sherezade, la cuestión musulmán contada por Poe que era de
Boston. Casi una locura. Como era Poe. Pero profundiza mucho en detalles
abundantes, tanto que hasta molesta saber que la hojita de tal flor sale de tal
otra que es una planta que crece en el lomo de un animal. Mis críticas
desacertadas con respecto a Poe. La profundidad exacerbada de su pluma que hace
perder a un ignorante como yo. Me pierdo en la inmensa marea de los detalles
que en definitiva no te aportan un joraca. Pero bueno, los escritores yanquis.
Algunos con falta de síntesis y golpe para decir las cosas, se pierden adentro
de un árbol que se halla en un inmenso bosque. Me pasó con el gran Hemingway.
Lo que no significa negar sus grandezas y proezas, obviamente, después de
muertos y en vida , despreciados.
Empachado de descripción de paisajes, caía en feroces
descripciones de mujeres. Se nota que fueron su debilidad. ¿De quién no después
de todo? Los tallos de esas rosas siempren van a lastimar, dios las hizo tan
hermosas. Con un arte infernal. Dice el chizzo en un tema. La cuestión es que
Poe era fanático de las bellas musas inspiradoras. Tal es así que en un cuento
en el que se pasa de descripción de un paisaje, de manera que se hace sumamente
aburrido, remata en un : “…seguramente he encontrado la perfección de la gracia
natural en contradicción con la artificial…nunca había penetrado hasta el fondo
de mi corazón una expresión de romanticismo tan intenso…tan espiritual como la
que brillaba en sus ojos profundos…no sé
cómo, pero esta peculiar expresión de la mirada, que a veces se graba en los
labios, es el hechizo más poderoso , si no el único , que despierta mi interés
por una mujer…romántico y femenino son para mí términos equivalentes…lo que el
hombre ama de veras en una mujer es simplemente su feminidad…”
Es evidente la artística debilidad grandiosa que Allan tenía
por las mujeres. El vivía cada cosa, cada miseria que emanaba de sus
personajes. Por ahí se inundaba el texto de descripciones de contextos
geográficos que hasta las mediciones en pies aparecían. Y te salía con esto de
la perfecta descripción de lo que provoca la mirada de una señorita en el ser
de su existencia. Por eso, más de una vez el lector piensa abandonarlo, aún
habiendo leído tres cuartos del cuento. Pero si seguimos con perseverancia,
encontraremos este tipo de sorpresas.
Y siguen las descripciones tediosas de un tipo que exagera
en el uso de ellas. Un recurso descriptivo en la escritura puede obligar al
lector a dejar las páginas porque ya no
le pega. Se forma esa nube de duda horrible en la continuación de una lectura
celosa. Que exige todos los extremos de la atención sin que te puedas perder en
los laberintos de la descripción de los paisajes de Poe.
Ahora viene lo grotesco. Esto debe ser más divertido.
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