LAS VIRTUDES DEL LATROCINIO


“El aprendizaje de ratero tiene una ventaja : darle sangre fría a uno, que es lo más necesario para el oficio. Además, la práctica del peligro contribuye a formarnos hábitos de prudencia.”

De seguro, Roberto Arlt escribió esta novela llamada El Juguete Rabioso. La rabia está explícita en el cuento. El juguete no.

La justificación de ese “pecado”. Robar. Está bien o está mal. Está bien y mal.

La características de los cacos. La corrupción policial. La bondad de un ladrón, la traición, la homosexualidad del heterosexual confeso y la inminente y sacrificada elección de querer hacer las cosas “bien”.

La mirada ignorante de los otros. Los que creen que esos jóvenes están en contra de la propiedad privada. El sentido de sus vidas traducida en el sinsentido de pasar como uno más del montón. Que él también vale y quiere ser admirado.

 De más está decir sobre la ironía que utiliza el personaje. Es un ladrón que afana. Porque hay ladrones que no afanan. Al menos en forma directa. El tipo quiso no ser más un ladrón. Entonces va a la escuela militar. Allá convence a los milicos de los conocimientos que posee. Mentira. Lo único que conoce es el arte de robar. El teniente coronel le dice que lo echaban porque allí no necesitaban personas inteligentes sino que necesitaban la brutalidad para el trabajo.
 

Aquí, y hago una asociación libre freudiana, Arlt esboza una situación universal en que llegó la división internacional del trabajo como el saber idiotizantemente mucho de poco. Lo que se llamó la especialización. El personaje sabía de todo un poco. Y lo que sabía lo aprendió en la calle. Choreando y leyendo. Porque era un aficionado a la lectura.

La vil desilusión de un muchacho que se enfrenta a un mundo sordo. Un chumbo que oficiaba de juguete en un estado de ánimo colérico, luego de todo lo vivido. El juguete rabioso.

“Es inútil , tengo que matarme”, dice nuestro personaje. No logra su cometido. Darle u fin a este sinfín de angustia. Y la traición final. La traición que lo hizo uno más. Un judas que muestra la biblia mal interpretada como enemiga de Cristo. Algunos dicen que era su mejor amigo aún en esa traición complotada y arreglada entre ambos. Y nuestro querido amigo que quería hacer las cosas bien no pudo morir. Ni siquiera por propia decisión. Tuvo que vivir. Tuvo que caer e el séptimo círculo del infierno para saber que existía, que valía.

Así estuvo tranquilo. Empezó a caminar por la vida  como si estuviera muerto. Empezó a sentir una especie de inconsciencia que le brotaba a su cuerpo en forma de alegría. Y se acordó del consejo de quien había sido salvado gracias a él: “…no pierda su alegría…es muy linda…” esto luego de avisarle que le iban a robar. Y haber ejercido a traición como arma de fuego salvadora.

Un minihomenaje a Roberto Arlt, un escritor al que la vida le dolió. Nació un 26 de abril de 1900. Somos tan morbosos que siempre recordamos la fecha de su muerte como homenaje. Hoy recordaremos su nacimiento. Aunque falte más de un mes.

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