el hombre, eterno repitente
Iba a hablar de mí, pero me veo enroscado en dimensiones
mayores. Y es egoísta hablar de uno, cuando a uno lo rodean cuestiones
mundiales.
Aunque aveces uno habla de uno para aclarar las ideas sobre
sí mismo. Y termina enroscándose como una serpiente. Y pierde los brazos, las
piernas, el miembro viril, la cabeza y se transforma en un gran torso que rueda
y rueda volteando a los demás con su ensimismamiento.
Un ombliguismo que se transforma en pantallas robacharlas y
sobremesas. Mierda que te mierdas de programas de chimentos que alimentan el
odio entre la gente. Quita todo diálogo constructivo en pos del rating, que es
tiempo, que a su vez destruye toda profundización sobre algo.
Entonces los problemas quedan en la nada. Y nadie se hace
cargo de ellos. Quedan huérfanos. Sin padres, pero reproduciendo hijos por
doquier. Está bien que un mundo sin problemas es un mundo muerto, lo que no
significa que no haya que darles pelota.
El diálogo es el principio del problema para su
reconocimiento como tal. Otra reacción es negarlo. Es la más atinada para no
solucionarlo nunca. Pero reconocerlo es más que saludable para una incipiente
solución, nunca final. Porque los problemas se reproducen. Como las ramas de un
árbol. Por eso hay que ir a la raíz del problema, que es su esencia. Algunos
quieren cortar el árbol. Soluciones inmediatas. Otros quieren arrancarlos de
raíz. Erradicarlo. Soluciones finales, absolutistas y eliminatorias. Impotencia
se llama eso. También inoperancia. La idea es construir, no destruir.
Y es bueno charlar y debatir con gente que esté a la altura
del conflicto, dijo Fito. Que tenga cierta empatía con la cuestión. Si no es
una charla de ciegos, sordos y mudos. Quien no lo esté, está en esa persona la
capacidad empática que tiene con el problema ajeno y pensar que tarde o
temprano le puede llegar a pasar a uno mismo.
Una sociedad mecanizada que no piensa. Actúa sin pensar. No
complejiza. Complejizar simplifica. Simplificar complica. A las corridas como
locos diciendo “vamos, no llegamos”. ¿A dónde? No sé, a tirar la bomba a tiempo
en Irak, a asesinar a sangre fría a nuestra mujer, porque en realidad la
odiamos, a la novela de la media tarde a emocionarnos con su mal de amores. En
esa corrida por no llegar tarde, pasamos por al lado de un linyera y nos da
asco su olor.
Seres del 2030 no tan lejano. Estas son algunas cositas
pequeñas que suceden hoy. Espero que a esa altura sean más inteligentes y
aunque sea analicen de refilón el problema del hombre y su hambre por ejemplo,
que, siendo una cuestión tan básica para la humanidad, todavía no está
resuelta. Vale decir que todavía la humanidad no aprendió el abc. Todavía
estamos en primer grado. Con los años que tiene, el hombre es un eterno
repitente.
La salvedad que podemos hacer va a causar más de una
carcajada. En los años de la conquista española, cuando Colón llega a América,
se encuentra con una organización aborigen en la cual nadie se moría de hambre.
Los tipos contaban con una economía de subsistencia, la cual no permitía que
nadie muera de hambre. Sacaban lo justo y necesario de la naturaleza para
consumirlo. Es más, los rituales que ejercían se basaban en agradecimientos a
la tierra por brindarles sus frutos.
Mucho que aprender de culturas hoy subestimadas,
discriminadas y diezmadas. Mucho que aprender.
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