RUMI CANI (PIEDRA SOY)

Cacho se enteró que era una piedra. Para sus enemigos, era una piedra. Quien de afuera lo veía y no le importaba su interior se pensaba que era una piedra.
A lo mejor lo querían mover y no podían. Porque se movía por motus propio. Como la piedra de Tandil. Movediza cuando ella quiere. O porque era una piedra que formaba parte de una montaña ideológica donde cada vez se sumaban más piedras y la montaña atravesaba toda la cordillera de los andes. Era notorio que cada vez eran más.
La cuestión era que cada vez con más frecuencia se querían sacar más de encima esa piedra del zapato. Estos personajes hobbesianos daban de morfar a esta especie de nueva identidad que había descubierto Cacho cual coraza en que se escuda una tortuga. Lenta pero contundente. Ellos lo hicieron de piedra. Alimentaron su propio monstruo haciéndolo cada día más fuerte. Con cada subestimación, con cada insulto por detrás, cada voluntad en su contra, cacho resurgía de sus propias cenizas como ave fénix.
Cacho pensaba que estaba bueno ser roca. Lo pensaba en un dialecto aborigen diciendo Rumi Cani, piedra soy. Nada que ver con el genocida que está pintado en el billete de 100 pesos argentino, sino a la roca que se refiere un tema de La Renga: “la piedra es piedra porque sabe que, cuanto más dura triunfará, pero tu alma echa de cristal, contra esta vida se hará trizas”. Pensaba que era sabias palabras de Gustavo Napoli de La Renga, que más allá de las incumbencias, siguen firmes como banda, constituida de rocas.
Después de todo, pensó Cacho, está buenísimo ser una roca. Es dureza. todos aquellos desafíos que le habían planteado los imbéciles contractualistas (Hobbes, Locke, Rousseau, Kelsen) que lo tildaron de ese modo, lo hicieron cada vez más duro. Lo que se llama el invento de la propia destrucción. Como canta René Pérez, calle 13 , se mete en el sistema y explota desde adentro. Cada paraíso cuesta un infierno. Cada dios crea su propio diablo. Hasta que un buen día el monstruo construido detalladamente cada día se termina comiendo vivo al angelito que lo creó. Ese día, el ángel caído y desplumado agonizando desde el suelo se pregunta: ¿ qué fue lo que pasó? Y no entiende el accionar de Frankestein. La piedra que tanto se empeñó en construir se le vino encima.
Ese día la justicia se quitó la venda de los ojos y aún con la vista un poco nublada ve un paisaje donde la piedra se hizo montaña y la montaña cordillera.  

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