Y MENOS CHICOS EN LA CALLE

Parece ser un hecho. Subir al tren concesionado a manos privadas y que te envuelva el halo de pedidos de compra ambulante. Hay venta de todo. Moreno. Agujas para coser.
La gente se la rebusca como puede partiendo desde Moreno  a Once. El tren es el medio de transporte de la pobreza. Por lo menos en la Argentina. Suele verse en TBA, sigla que significa Trenes de Buenos Aires, paradójicamente concesionadas a manos privadas desde el menemato, cuyo contrato de concesión está supuestamente controlado  por la CNRT (Comisión Nacional de Regulación del Transporte).
La CNRT, más que un órgano de contralor, es un ente recaudador que está intervenido por el Ministerio de Planificación Federal creado por el kirchnerismo. El principal exponente de este Ministerio es Ricardo Jaime y Julio De Vido, ambos cuestionados por irregularidades en la administración pública.
Lo cierto es que los trenes han tenido una leve mejoría a partir del kirchnerismo pero, como toda cuestión atinente al período 2003 en adelante le falta una vuelta de tuerca. Es la causa por la cual el kirchnerismo pretende otro período gubernamental en pos de la profundización de este modelo de “inclusión social y achicamiento de la brecha entre ricos y pobres”.
Una de las falencias de este servicio de trenes es la constante interrupción del servicio dejando a pasajeros que van a estudiar y trabajar, bajo la égida de la empresa Atlántida, cuyas acciones pertenecen a la arquidiócesis Mercedes-Luján, “también controlada” por la CNRT.
Lo cierto es que en dicha empresa ha habido despidos de trabajadores, específicamente choferes, que han denunciado coches en pésimo estado, con gomas lisas, que les obligan a llevar gente parada desde la misma empresa, y cuyas comodidades las dejan para cuando el pasajero visite a Dios en el cielo cuando no sobreviva a la verdadera odisea que significa el viaje.
En virtud de esta seguridad de lucro que tiene la empresa a costillas del impávido pasajero, el mismo obviamente siente miedo de viajar a Buenos Aires o a Luján , en virtud de las inseguridades que brinda una empresa que literalmente se caga en las necesidades de la gente, disculpando lo escatológico de la expresión y descripción pero solamente se está describiendo una situación sin intervenciones quirúrgicas  de ningún tipo de eventual filtro que incida en el prisma de la realidad.
La cuestión es que la gente está preocupada por sus cosas, su futuro incierto. Con malestar latente que se esboza en cada rostro. Los sonrientes van drogados en otro vagón evadiendo una realidad y saetando el aire de un aroma dulce. Una chica va gritando en forma de pregunta: “¿nosotros no somos nada?”, acostumbrada a una realidad que la ningunea y en medio de un hedor similar al de un sahumerio. Porque se empeñan en sentir lo dulce de la vida. O en querer encontrarlo.
Todo esto con el enorme potencial de cada ser humano. Con una escala muy distinta de posibilidades. Directamente proporcional al contexto donde nacen y la cantidad que ostentan..
En fin, acá finaliza este relato de políticos y su correlato real de lo que se vive abajo.
“Van a llevar dos chicles adan, do pesoooooo” , dice un muchacho y su voz se va alejando hasta que desaparece. Todo pasa, dijo Ciro. La necesidad tiene cara de hereje, dijo. Pero es lo que queda. La necesidad. La que no dicen los libros ni ninguna teoría política. La necesidad real y cruel de todos los días.
El tren es crudo, real. Sobre vías va la descripción de este paisaje en vías de desarrollo. En vías de no sé qué. Pensar que un día nos quisieron hacer creer que estábamos en el Primer Mundo. Jamás mientras haya vendedores ambulantes, y menos chicos en la calle.



Comentarios

Anónimo dijo…
MUY BUENA CRITICA, RELATO DE LA DURA REALIDAD QUE DEBES VIVIR PERIODICAMENTE EN CADA UNO DE TUS VIAJES A CAPITAL. Y LO QUE HABRA QUE UNO NO VE. hAY QUE VER EL "ELEFANTE BLANCO" DICEN QUE ESTA MUY BUENA, Y SUPONGO QUE DEBE ENCARAR ESTAS REALIDADES TAN CRUDAS QUE SE VEN EN LA ARGENTINA DESDE HACE MUCHOS AÑOS...MA

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